sábado, 8 de agosto de 2009

El ABC del señor K


El ABC del señor K

Ryszard Kapuscinski


Hay que viajar solo, aprender un idioma, involucrarse con la gente y no puedes estar pensando en tu familia.

Me siento muy mal cuando no escribo, con un complejo de culpa.

Gente como Joyce nació en los apartamentos de sus padres y sus abuelos, que estaban llenos de libros y así empezaron a leer. Yo nací en una familia muy pobre que vivía en la parte oriental de Polonia. Al estallar la guerra[1] fue ocupada por las tropas armadas soviéticas, entonces tuvimos que huir hacia Polonia Central y vivir en una aldea aún más pobre y más analfabeta, donde no había ningún libro. Durante la guerra, los polacos no podíamos estudiar más que siete años de primaria. Era como vivir en un desierto.

[En la niñez] no tenía nada, ni siquiera zapatos. Mi educación fue muy mala en el sentido de que todo lo empecé muy tarde, a leer muy tarde, a escribir muy tarde, a estudiar muy tarde, y todo por la guerra. Puedo decir que esos diez años más formativos en el ser humano, entre los nueve y diecinueve, fueron para mí años perdidos. Yo podría decir que mis lecturas recomendadas empezaron cuando tenía unos veinticinco años.

El problema de los géneros y las terminologías es que tienen diferentes sentidos en diferentes idiomas y culturas. En nuestra tradición literaria no tenemos esta distinción que hay en América Latina entre la crónica y el reportaje. Entonces nunca pensé en si quería ser escritor o si quería ser periodista. Cuando me sentaba, no pensaba en que iba a escribir una novela o un reportaje o un ensayo. Yo sólo quería escribir bien.

No se puede escribir ahora cualquier libro. Ahora escribir un libro debe ser una protesta.

Los periodistas se preocupan en cómo escribir más que en aprender a leer. La tendencia va hacia la ensayificación de la prosa.

A veces me preguntan qué libro influyó más en mi prosa y yo tengo que decir que ninguno, porque no puedo decir si alguien ha escrito antes de esa manera. Tuve que inventar una nueva prosa.

Mi sueño fue siempre ser filósofo. Pero al momento de entrar en la universidad eran tiempos de estalinismo y la facultad de filosofía fue cerrada por considerarse muy burguesa. Tuve que estudiar historia.

Digo Dostoievski porque el problema entre los rusos es que no tenían filósofos académicos y sus filósofos están entre sus novelistas y sus hombres de iglesia. En la tradición rusa no hay una clara distinción entre la filosofía y la teología, y entre ellas se entromete la literatura.

La mayoría de biografías son sólo trabajos de no ficción. A veces no necesitan poesía e imaginación y se valen sólo de la documentación.

Creo que ahora aparece un talento en cada cinco o diez millones de gentes, muy rara vez.

De Chejov se suelen conocer más sus cuentos y teatro, pero no tanto el resto de su obra, como sus diarios y sus reportajes. Chejov fue un gran reportero. Cuando estaba muy enfermo de tuberculosis, se fue en un barco a una isla rusa del Pacífico, Sajaliv, y escribió un reportaje sobre los maltratos que se daban allí contra los prisioneros. Era un maestro en la creación de atmósferas, de esos pueblos en los que no sucede nada. Y fue cuando estaba ya muy enfermo.

[De Dostoievski][2] Un editor moderno eliminaría la mitad de todas sus novelas por esa tendencia de hablar, hablar, hablar. Pero de repente, llegas a una página y hallas cosas geniales. Ésa era su forma de escribir. En literatura, si mantienes el mismo nivel durante todo el tiempo, te haces ilegible. Hay que poner adentro un poco de kitsch, para reforzar luego el mensaje. Si tomas a un escritor como Canetti, que tiene varios niveles de calidad, haces una selección de sus mejores pensamientos y los publicas en un librito de cien páginas, Canetti sería ilegible [...]. La altura asfixia y de vez en cuando hay que descender para encontrar un respiro.

[Su libro Lapidarias] Es una poética del fragmento que te da la oportunidad de descansar [...]. [Esta poética lo vuelve un pariente estilístico] de Nietzsche, pero de Cioran no, porque justamente él es un escritor que, en sus entrevistas, dice que anda sólo por las cumbres del pensamiento. Es decir, Cioran elimina todo lo que le ha costado llegar a esa cumbre y sólo escribe la última sentencia. Nunca puedes saber cómo llegó a ese pensamiento. Por eliminar todo el proceso para llegar a esa última sentencia, sus libros son ilegibles. Cioran me parece un gran ensayista sobre la religión y la historia, pero su escritura de aforismos es ilegible. Puedes leer sólo unos o dos. [Esta poética del fragmento] es una forma muy moderna de expresarse para el lector contemporáneo, que no tiene tiempo de leer historias tan largas y complejas [...].

[La Biblia] La leo todo el tiempo y muy a menudo la estoy citando. Mi libro El emperador tiene un poco la estructura de la Biblia. Es el libro más dramático que se ha creado, pero también es un libro muy cruel. Ahora se suele criticar a la televisión por transmitir tanta violencia, cuando más cruel ha sido la Biblia: en sus páginas se come a niños, se llama a matar a los enemigos, se queman casas, se sacan los ojos a los hombres. Los dueños de la televisión moderna no han inventado nada nuevo.

Yo admiro la obra de Gabo. Borges tenía otras virtudes: demostrar que con el texto se puede crear literatura. Era un aristócrata y tenía ideas derechistas. Pero siempre he estado en contra de clasificar el valor de la literatura por las ideas política de sus autores.[3]

Los críticos suelen compararme más con Saint-Exupéry (un hombre viajero trabajador, no viajero turista). El Principito no es un libro para niños. No soy partidario de esas clasificaciones. Sus escritos se sitúan justo entre Kafka y García Márquez.

Kafka me gusta, pero no tengo nada especial que decir sobre él. Yo leí a Kafka no tan joven, y luego, por mi trabajo, no tuve tiempo de releerlo. Tuve que concentrarme en lecturas antropológicas sobre el Tercer Mundo fuera de Europa. Preparaba un libro y me ponía a leer todo sobre ese tema particular.

Sí, estoy en contra de los best~sellers, pero no puedo hacer nada. Es un gran problema de nuestro tiempo. Es una trampa muy engañosa, pero The New York Times Books Review encontró esta solución: en cada lista de libros más vendidos ponen también una lista de los libros preferidos por sus críticos. Es como una balanza que muestra las tonterías del mundo con sus best-sellers, pero también que hay libros valiosos.

[Anunciar la muerte de la literatura, como lo hizo George Steiner] Es una profecía absurda. Toda la historia consciente de la cultura humana empieza porque el primer hecho estaba escrito.

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LA PASION DE LOS LIBROS

Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...

Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...

Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá compreder probablemente... las pasiones humanas.

La historia Interminable: Michael Ende