miércoles, 22 de julio de 2009

6- LITERATURA SEGUN BORGES


LITERATURA SEGÚN BORGES

El deber de cada uno es dar con su voz. El de los escritores, más que nadie.

Descreo de los métodos del realismo, método artificial si los hay; prefiero revelar de una buena vez lo que comprendí gradualmente.

El salteado trabajo del narrador es restituir a imágenes los informes.

No hay versificador incipiente que no acometa una definición de la noche, de la tempestad, del apetito carnal, de la luna; hechos que no requieren definición porque ya poseen nombre, vale decir, una representación compartida.

Los cambios de lenguaje borran los sentidos laterales y los matices; la página «perfecta» es la que consta de esos delicados valores y la que con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página que tiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de las erratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas, de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba.

La literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin.

La imprecisión es tolerable o verosímil en la literatura porque a ella propendemos en la realidad. La simplificación conceptual de estados complejos es muchas veces una operación instantánea.

Todo escritor mide las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pide que los otros lo midan por lo que vislumbra o planea.

Quienes minuciosamente copian a un escritor lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura, lo hacen porque sospechan que apartarse de él en un punto es apartarse de la razón y de la ortodoxia.

Si los caracteres de una ficción pueden ser lectores o espectadores de la misma ficción (como ocurre en Hamlet y el Quijote) nosotros, sus lectores o espectadores, podemos ser ficticios.

La literatura es un sueño dirigido y deliberado.

Un gran escritor crea a sus predecesores.

La obra que perdure es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad; es todo para todos; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto, casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todo simbolismo.

Un libro es más que una estructura verbal; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria.

Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída.

Si la literatura no fuera más que un álgebra verbal, cualquiera podría producir cualquier libro, a fuerza de ensayos y variaciones.

Al principio, todo escritor es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, sin son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad.

Toda lectura implica una colaboración y casi una complicidad.

La poesía no es menos misteriosa que los otros elementos del orbe. Tal o cual verso afortunado no puede envanecernos, porque es don del Azar o del Espíritu; sólo los errores son nuestros.

No hay en la tierra una sola página, una sola palabra que sea sencilla, ya que todas postulan el universo, cuyo más notorio atributo es la complejidad.

El escritor más eficaz es aquel que incluso puede parecer un poco torpe.

No vale la pena interesarse en el periodismo, pues está destinado a desaparecer. Bastaría, en lugar de diarios, con un periódico bimensual, ya que todos los días no se producen hechos sensacionales. En la época grecolatina se leían libros y no se perdía el tiempo en tonterías.

No sabemos lo que enseñan nuestras fábulas. Kipling quería demostrar que el Imperio debe ser sentido como un deber, no como una ocasión de logro. Él tenía la idea de la superioridad de los ingleses o de la raza blanca en general. Pero si uno lee Kim advierte que los personajes más simpáticos son los hindúes o musulmanes.

Sería mejor que los escritores no vivieran de su profesión porque así se prostituyen las literaturas por el deseo de ganar. En cambio, si el escritor fuera, al mismo tiempo, un carpintero, o si puliera lentes, como Spinoza, podría dedicarse a ese trabajo que le aseguraría el pan y luego podría dedicarse al otro trabajo, sin apresurarlo, porque no pensaría en la gloria.

Para un escritor el oficio más peligroso es le periodismo, porque se parece bastante a la literatura como para contaminarlo. Para una persona que escribe en el dialecto de los periodistas parece muy difícil que pueda después escribir en el otro dialecto, un poco más digno, de la literatura.

El verdadero tema del escritor es ser fiel a sus fantasmas, liberándose de ellos al escribir. No debe buscar temas ~lo cual puede convertirlo en un periodista o en algo más triste: en un político~, sino dejar que los temas lo busquen.

Yo he sido dos veces presidente de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), equivocada sociedad donde se cree que ser escritor es un oficio.

Cuanto más se tarda en publicar, mejor. Y si no se publica, quizá sea lo mejor de todo.

Las novelas no me interesaron nunca, salvo quizá las de Joseph Conrad. Considero la novela como un género artificial, mientras que el cuento es un género espontáneo.

Las escuelas literarias están hechas para los historiadores de la literatura, que son todo lo contrario de los hombres de letras.

Antes había un proceso que consistía en pensar, crear, escribir y publicar. Ahora se empieza por el fin, por publicar.

Creo que sólo hay buena o mala literatura. Eso de literatura comprometida me suena a equitación protestante.

Aeropuerto o Papillón se venden mucho, pero nadie cree que sean superiores a la obra de Virgilio. La gente compra libros como si fueran diarios, pero, ¿quién juzga un telegrama de la agencia Reuter superior a un diálogo de Platón?

Los jóvenes son barrocos por timidez. Temen que si dijeran exactamente lo que se han propuesto los demás descubrirían en ello una tontería. Entonces se ocultan bajo varias máscaras, llegan a pensar que la literatura es una especie de arte combinatoria de palabras. Pero el arte se hace de vida y no de vida meramente observada.

¿Qué se gana con el análisis estructuralista de un texto? Quien lee como un estructuralista pierde toda la posibilidad de goce estético. Todo queda reducido a una suerte de planito o cuadro sinóptico.

Creo que la riqueza de la vida consiste menos en las experiencias que en lo que uno piensa acerca de ellas o en lo que uno las convierte. Cuando Armstrong pisó los campos de la Luna sintió una gran exaltación, pero eso no lo convierte en uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.

Una de las principales tendencias en las letras de este siglo es la vanidad de la sobreescritura.

Leer es, para mí, lo que para Samuel Johnson: «Todo lo que nos hace olvidar el aquí y el ahora, todo lo que nos aleja de nuestra circunstancia personal, todo lo que nos ennoblece, todo lo que nos mejora». Y el placer privado de poseer un libro.

La novela policial no puede ser realista. Es un género ingenioso y artificial. Los crímenes, en la realidad, se descubren de otra forma: no por razonamientos inteligentes sino por delaciones, errores, azar.

El ultraísmo no tiene ninguna importancia para la literatura, aunque la tenga para los historiadores de la literatura, lo cual es insignificante.

En mi época no había best~sellers y no podíamos prostituirnos. No había quien comprara nuestra prostitución.

De mi libro Historia universal de la infamia vendí treinta y siete ejemplares en un año. Podía imaginar a mis treinta y siete lectores. Pero cinco mil o diez mil lectores ya son la abstracción, la nada.

No creo en las descripciones. En general, son falsas. No conviene describir, sino sugerir.

Todo arte, aún el naturalista, es convencional, y las convenciones de aceptación más fácil son las que pertenecen al planteo mismo de las obras. Debemos resolvernos al dictamen de Coleridge: suspender nuestra incredulidad.

La literatura norteamericana de nuestro tiempo no quiere ser sentimental y repudia a todo escritor que es susceptible de ese epíteto. Ha descubierto que la brutalidad puede ser una virtud literaria; ha comprobado que en el siglo XIX los americanos del Norte eran incapaces de esa virtud. Feliz o infelizmente incapaces.

El análisis literario es un infiel y rudimental arte llamado retórica por los antiguos y que ahora solemos denominar estilística.

Según una secular doctrina, el poeta es el amanuense del Espíritu o de la Musa. La mitología moderna, menos hermosa, opta por recurrir a la subconciencia o aún a lo subconciente.

El ritmo es la respiración del poema. Es mucho más importante que las imágenes o las ideas.

3 comentarios:

  1. ¡Hola! Muy buen material. ¿Serías tan amable de indicarme de dónde tomaste estas declaraciones de Borges?

    Gracias,
    Fabián.

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  2. Fabián, disculpa que no te haya respondido antes, ese material lo encontré en www.ciudadseva.com

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  3. Muy interesante. Me parece una especie de "Poética" contemporánea o una serie de aforismos, que cobra vigencia con el pasar de los años. Gracias por compartirlo.

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LA PASION DE LOS LIBROS

Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...

Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...

Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá compreder probablemente... las pasiones humanas.

La historia Interminable: Michael Ende