
MAX HENRIQUEZ UREÑA
Hace dos días que las agencias de publicidad, mediante sus transmisiones alámbricas y no alámbricas, dieron al mundo la sensible noticia: ¡se nos fue Ciro Alegría!
No fue largo su tránsito por este mundo en que vivimos, sobre todo si tenemos en cuenta que el promedio de vida ha aumentado de modo considerable. Ciro Alegría no pasaba de los cincuenta y ocho años, pues había nacido en el Perú en 1909.
Aunque en su primera juventud pareció que la política lo atraía, se consagró durante toda su vida a la profesión de escritor.
Se inició con acierto en la ficción narrativa y ganó algún renombre con una novela cuya gran fuerza dramática está en la descripción de la vida del hombre frente a la naturaleza americana. La serpiente de oro, que vio la luz en 1935, trasunto fiel de la vida selvática en la proximidad de los grandes ríos del sur. A esta obra subsiguió en 1939 otra novela en la que predomina el espíritu combativo que clama por las reivindicaciones sociales: Los perros hambrientos.
Como puede apreciarse por las fechas que señalo, Ciro Alegría no se precipitaba en escribir ni aspiraba a sentar pieza de autor fecundo: un intervalo de cuatro años transcurre entre su primera novela y su segunda novela. Otro cuatro años transcurren antes de que dé a conocer una tercera novela: El mundo es ancho y ajeno, que obtuvo el primer premio en el certamen continental convocado por una renombrada casa editorial de los Estados Unidos, pagando la casa editora una suma relativamente alta al autor, y además de imprimir la obra en español, lo hacía con la traducción de la misma al inglés.

Hasta ese momento Ciro Alegría había seguido una trayectoria triunfal, y muchos vieron en ese premio el remate de sus triunfos literarios; pero no fue así, porque para la crítica más exigente la obra premiada señalaba un descenso en las facultades creadoras del autor.
El mundo es ancho y ajeno es apena una variante temática de sus dos novelas anteriores, que superan a ésta en la descripción del ambiente y del paisaje, aunque no presenta ni desarrolla un carácter en ninguno de sus numerosos personajes.
A pesar de los aplausos de quienes se deslumbran con un premio de certamen en este continente que uno de sus hijos preciados calificó como “de revoluciones y juegos florales”, Ciro Alegría comprendió que su verdadero éxito estaba en las obras que había escrito primero, y desde entonces dedicó todo su esfuerzo a preparar en silencio una nueva obra que esperaba fuera superior a la que le ha habían premiado. No sé en qué paró al fin, pero sí recuerdo la época en que se encerraba en un chalet solitario para escribir esa nueva obra y febrilmente los volvió a escribir en diferente forma, y así pasaron unos cuantos años después de los cuales él retornó a su país y ya no le vi más ni recibí ningún libro nuevo que fuera producto de su pluma.
Ciro Alegría nos dejó, de todos modos, un conjunto apreciable de cuadros de la selva y de los grandes ríos de la América del Sur. Sea como sea, las mejores páginas que escribió pueden citarse como un modelo en el orden de la emoción descriptiva.
Otras novelas de Ciro Alegría que Max Henríquez Ureña no conoció porque fueron publicadas póstumamente: El dilema de Krause, novela inconclusa que trata sobre un delincuente alemán que saldría de la cárcel y éste se da cuenta del significado de la libertad y la vida. Lázaro: Es un cuento muy entretenido que trata sobre un niño que encargado a un ciego y éste le enseña toda la cosa de la vida. Y otras obras del mismo autor son: Siempre hay camino, Duelo de caballeros y Calixto Garmendia.
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