Ubaldo Rosario Taveras
La excursión le pareció aburrida y le reprochó al esposo que hubiera sido mejor disfrutar la comodidad de la ciudad. Añoraba volver a la tienda y exhibirles a los clientes los vestidos que modelaban los maniquíes. Así conocería a más personas de la clase alta e iría a sus fiestas como en otras ocasiones. Modelaría algún vestido nuevo y con estilo daría a conocer las joyas y las prendas que la embellecerían.
El esposo, al contrario, disfrutaba de las alturas del Machu Picchu y de las demás ruinas antiguas. El aburrimiento desapareció cuando la esposa escuchó que en verdad existía la fuente de la juventud. El indígena los dirigió durante semanas y le advirtió que sólo las personas con personalidades definidas podían tomar de la fuente. Le aseguró tener ochenta años y aparentaba un hombre de treinta. Mientras demostraba con testimonio la veracidad de su mágico rejuvenecimiento exigía una cantidad considerable de dinero.
Al llegar a la fuente el marido escuchó otra vez la advertencia y reflexionó. Dudaba de sí y sabía que el hombre de una personalidad definida nunca vacila y le pidió insistentemente a su esposa que también dudaba, regresar y con un tono temperamental le negó la petición.
El indígena habló de las consecuencias de tomar de la fuente sin estar preparado. El hombre se sintió tentado y se arrodilló con los ojos ígneos derretidos en lágrimas. Le pagó al indígena y regresó a Europa con su esposa.
En la tienda la colocó ante la vitrina con un vestido a la moda y bellas alhajas. Cada vez que un cliente le insinuaba que el maniquí le parecía sonreír y en otras ocasiones llorar y lamentarse de estar ante los demás, en fin que tenía una personalidad, el marido exclamaba: “No, no tiene personalidad, es solo una muñeca que aunque estuviera viva ríe porque será joven por siempre y se lamenta porque no puede asistir a las fiestas de sus amigos de la clase alta.”
muy bueno y sirbe de reflexion para aquello que asen lo inposible para bersen mas jovenes
ResponderEliminar